domingo, 4 de noviembre de 2012

La cópula y el coito

Implicaciones de la cópula y el coito

Retomar la distinción entre cópula y coito -interesadamente confundidos- puede abrir un campo de acción apenas roturado en la educación sexual. La pregunta por su contenido no despierta especiales inquietudes. Sin embargo, me parece que es una pregunta muy necesaria. Viendo y leyendo lo que suele pasar por educación sexual, cabría distinguir –por simplificar- dos tipos: una educación que fiscaliza los tiempos y las pautas, estableciendo los males que acechan si uno se sale del carril establecido; y otra que se limita a trasladar la complacencia con el modelo copulocéntrico imperante. A la postre, en ambos casos se rinde pleitesía al fin último: el orgasmo como resultado de la inserción del pene en la vagina. Y no hay más vueltas.
De ahí la pertinencia de recuperar la noción de coito (co-ir, ir juntos) y separarla de la cópula.
Puede verse el coito como ese estar juntos, disfrutando de caricias, olores, miradas, confidencias, mordiscos, manoseos varios… Con ello se refuerzan varias ideas en la educación sexual: la penetración vaginal no es el alfa y la omega de un encuentro amatorio; existen multitud de prácticas aconceptivas; si quieres evitar situaciones embarazosas dedícate al coito y no a la cópula; en el coito no importa el tamaño del pene, ni el tiempo que se tarda en eyacular, ni hay que estar a ninguna altura: se trata de disfrutar del encuentro con otra persona: su piel, su olor, sus ilusiones, sus temores, sus lametones…
Si convertimos la cópula en una de tantas posibilidades, se siguen algunas consecuencias. Por ejemplo, muchas de las así llamadas perversiones o parafilias tienen su mala fama en que prescinden de la cópula. Al ser prácticas no reproductivas, se consideran sucias, ya que lo sucio es ‘lo que está fuera de lugar’. El whisky en una copa es un preciado líquido. Pero si se cae en la alfombra, la ensucia. Por lo mismo, si el pene tiene un lugar donde debe estar (la vagina), ¿qué hace ensuciándose en la boca, en un zapato o en el ano?
Si conseguimos que el pene deje de estar destinado a la cópula, y sirva simplemente para el placer, muchas de las peculiaridades eróticas dejarían de tener ese marbete morboso, lindante con la psicopatología, y se atenuaría la generación de ansiedad (¿seré un pervertido?). Ampliar las posibilidades de juego erótico, aceptar que uno puede disfrutar de muchas maneras, que no conducen necesariamente al orgasmo, es parte del ensanchamiento del ars amandi.
Pero no se trata solo de jugar con el pene fuera de la vagina, sino de jugar sexualmente, es decir, entre los dos sexos, sexuadamente. Dar rienda suelta al deseo sin centro, sin norma, sin meta, sin ansiedad. Simplemente desear, explorar, probar, detenerse, seguir; todo al albur del deseo.
Desaparecida la norma (la cópula que culmina en orgasmo), las desviaciones, fetichismos y otras parafilias se vuelven ‘peculiaridades’, modos propios que uno tiene de pasárselo bien. Sin que nadie juzgue ni sienta que debe adecuarse a otro criterio que el propio. Si me gusta desayunar pan con aceite y sal, ¿por qué va a ser mejor el pan con mantequilla y mermelada?, ¿o los cereales?, ¿o la pieza de fruta? Pues en la amatoria, igual. Cada cual, a lo suyo. Y basta ya de mirar al de al lado.
Los beneficios de disolver la cópula como centro de la amatoria no acaban aquí. ¿Qué pasa entonces con las disfunciones? Que muchas dejan de serlo. Veamos. ¿Qué es la eyaculación precoz? Correrse antes de tiempo. ¿Antes de qué tiempo? Del tiempo necesario para que la mujer tenga un orgasmo por medio de la penetración. ¿Y a santo de qué nos imponemos esta norma? Uno eyacula cuando se ha excitado mucho. Así que eso de eyaculación precoz es casi una contradicción en los términos. Además, si lo que se anda buscando es el orgasmo, hay formas más eficientes, como el cunnilingus o la masturbación. Así ni hay eyaculación precoz, ni se cansa uno tanto, ni importa el tamaño del pene. Otro tanto podría decirse de la anorgasmia, de la falta de lubricación, etc. En el momento en el que la cópula deja de erigirse en meta ineludible del encuentro erótico, muchas de las disfunciones pasan a ser, a lo sumo, dificultades. ¿Disfunción eréctil? Salvo que quieras concebir (o hayas circunscrito tu masculinidad a la visión enhiesta de dicho miembro), no es imprescindible para disfrutar del cuerpo del otro, ni hacerle disfrutar. Con una condición: que no creas que ella solo busca un orgasmo y la única manera (o la única digna para un hombre) es mediante la pene-tración.

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